lunes, 6 de septiembre de 2010

LA ALEGRÍA Y LA TRISTEZA DEL ENCUENTRO


En otro punto de Madrid, justamente en el centro, dentro de un viejo caserón situado en la estrecha calle del nuncio, totalmente cerrado a cal y canto por miedo a los grupos de milicianos de círculo de La Latina que deambulan por las calles circundantes, se reúnen tres hombres que han madrugado para ganar horas al día: Maximiliano, Donato y José María. Tres redentoristas que han improvisado esta mañana una reunión en ese caserón destartalado que llaman Nunciatura, aunque el Legado Vaticano no ha llegado ni se cree que llegue tal y como están las cosas. Es la primera vez que los tres se encuentran y hay muchas nuevas que contar.

El P. Donato Jiménez, Superior en funciones de la Comunidad Redentorista de San Miguel al estar el Rector acompañando al Provincial, toma la palabra.y cuenta cómo han vivido los hechos. Cómo el día 18 comenzaron a oírse tiroteos por la calle, y aunque se celebraron todas las misas, las puertas se cerraron antes de lo acostumbrado; esa noche algunos ya durmieron fuera de la Comunidad, como el P. Maximiliano Áriz, que fue a refugiarse a la Nunciatura, donde trabajaba como Secretario. El día 19 de julio amaneció una pintada alrededor de la Basílica Pontificia que decía “Aquí son ocho”; era ese día el domingo del Santísimo Redentor; celebraron únicamente las primeras misas y después cerraron las puertas por el alboroto que se veía en las calles adyacentes. Por la tarde algunos salen a dormir fuera; desde la torre se pueden ver las llamas de algunas iglesias que arden. Ante este espectáculo el comienzan a poner a salvo de las llamas el archivo doméstico, algunas cosas de valor e incluso el hermano cocinero lleva a familias amigas algunos de los enseres de la cocina. Se vuelven a reunir por la mañana del día siguiente, 20 de julio, celebran algunas de las Misas. Llegaron noticias que el Cuartel de la Montaña estaba sitiado por milicianos y que dentro el General Fanjul resistía el envite. Ante la vista de cómo se ponían las cosas decidió como Superior que se consumiera el Santísimo, se quitaran los hábitos y comieran algo y uno a uno salieran de la casa y fuesen todos a refugiarse a alguna casa amiga. El P. Donato fue a refugiarse a la casa de un paisano de Alaejos (Valladolid) su pueblo, que vivía en el número 8 de la Cava Baja. Los PP. Crescencio Ortiz y Ángel Miquélez junto al cocinero de la casa el H. Gabriel Sanz fueron a refugiarse en casa de los monaguillos de la Basílica, en Costanilla de San Andrés. Quedamos que al día siguiente nos veríamos a las 6 de la mañana a la puerta de la Comunidad; y así lo hicimos. En ese momento al P. Donato Jiménez se le entristece el semblante y dice: “Y al encontrarnos el día 21 como acordamos, tres faltaron a la cita Ortiz, Miquélez y el H. Gabriel. Tal y como estaban las cosas no le dimos mucha importancia, pero …”

En este momento interviene el P. Maximiliano Áriz y cuenta como una vecina le llamó desde detrás de su puerta y le contó cómo les cogieron. Parece ser que al salir de la Comunidad al desembocar la calle Puñoenrostro con la Sacramento, se toparon con una multitud de gente enfervorizada que venía festejando la caída del Cuartel de la Montaña. Al ver a los tres hombres con su atillo al hombro uno dijo “A por ellos que son fascistas”. Uno de los sacerdotes le contestó que no eran fascistas sino “religiosos redentoristas de la Basílica Pontificia” creyendo que el desmentido les ayudaría. Pero se abalanzaron sobre ellos para lincharlos; algunos lograron convencer a la gente que era necesario juzgarles y los llevaron detenidos a un Círculo del Frente Popular que había al lado, en la calle del Rollo, nº 2. También un chico de la carbonería que hay en la calle Segovia vio esa tarde al Hermano Gabriel en el interior de un coche; iba junto a otros dos que no logró conocer. El coche fue calle Segovia hacia abajo y continuó en dirección a la Puerta del Ángel de la Casa de Campo. El P. Áriz termino su relación con un “nos tememos lo peor”.

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