miércoles, 16 de noviembre de 2011

H. NICESIO PÉREZ DEL PALOMAR QUINCOCES

                                                                                          Infancia, juventud y vocación

El H. Nicesio había nacido en el pueblo alavés de Tuesta el 2 de abril de 1859; sus padres se llamaban Rufino Pérez del Palomar y Leona Quincoces. El mismo día de su nacimiento nació a la fe en la pila bautismal de la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Tuesta (Álava); la Confirmación le fue conferida en el cercano pueblo de Espejo (Álava) el 26 de mayo de 1875 por el Sr. Obispo de Vitoria D. Diego Mariano Miguel cuando ya contaba con 16 años. No poseemos detalles de su infancia.

De su juventud únicamente sabemos que participó en las guerras carlistas en las listas de los liberales; por comentarios que oyeron algunos de sus coetáneos sabemos que en ellas se mostró valiente y decidido, características que poseerá a lo largo de su vida. Este carácter le motivó para ser redentorista cuando contaba poco menos de 25 años.

Vida como Misionero Redentorista

Entró como postulante en El Espino (Burgos) y se le da el oficio de carpintero. En febrero de 1883, a los pocos meses, es destinado a Astorga (León) y en 1884 a Nava del Rey (Valladolid) para trabajar en las obras de la Casa-Noviciado. El 13 de julio de 1885 sale para El Espino (Burgos) para hacer su Primer Noviciado bajo la dirección del R.P. Otmaro Allet. El 2 de agosto de este año viste el hábito redentorista. El 1 de febrero de 1886 termina el Noviciado, aunque continuará en El Espino hasta octubre de 1887, fecha en la que va aún como novicio a Nava del Rey en calidad de carpintero. Allí estará hasta febrero de 1889 en que de nuevo es destinado a El Espino. En octubre de 1890 inicia su Segundo Noviciado bajo la tutela del R.P. J.M. Blanpied; culmina el Noviciado con su profesión el 30 de marzo de 1891.

Emitida su profesión y vistas sus cualidades e inteligencia, en octubre de 1891 marcha a Contamine (Francia) para aprender horticultura y apicultura y así desempeñar más tarde el oficio de hortelano, trabajo en el que será una autoridad indiscutible entre los redentoristas. De regreso de Francia en septiembre de 1893, vuelve de nuevo a El Espino donde pone en producción las huertas del Monasterio.

A mediados de 1901 el Provincial le pide cambie de oficio, y al lado del H. Luís Andre aprende el arte de la Maestría de obras. Da comienzo en su vida un incesante ir y venir de casa en casa solicitado por las necesidades de éstas, ya en las obras, ya en las obras de carpintería, ya de la huerta: Madrid - Perpetuo Socorro (1901), El Espino (1902), Perpetuo Socorro de Madrid (1903), Astorga (León) (1905); Perpetuo Socorro de Madrid (1906), desde donde dirige las obras del Monasterio de MM. Redentoristas de Carabanchel (Madrid); Pamplona (Navarra) (1908), El Espino (1909-1910), Astorga (19011), Granada (1912-1914), Madrid-Perpetuo Socorro (1915-1919), con la excepción de unos meses de 1915 que los pasa en Cuenca habilitando el convento de San Pablo para Jovenado redentorista y desde donde dirige las obras de la casa de Valencia; Astorga (1919), para hacer las obras de ampliación del Estudiantado; En 1921 estará en Cuenca, Madrid y Nava del Rey; Santander (1922-1926). A partir de 1927, contando con 68 años, cambia de nuevo de oficio al antiguo de hortelano en las casas de Astorga (1927), Santander (1928-1934) y Perpetuo Socorro de Madrid (1934-julio de 1936), ya anciano con 77 años y medio ciego, le sorprendió la persecución religiosa y ratificó con la propia sangre su consagración religiosa.

Mantuvo su fuerte temperamento hasta el momento de la ejecución, y así contaron que uno de los guardias testigo de la ejecución regresó exclamando: “¡Qué energía tiene ese viejo!”. Muy trabajador e inteligente; vivió toda su vida misionera desde la entrega al trabajo y la oración, siendo ejemplo para los operarios con los que compartía el trabajo y sin despreocupado de la situación política de su alrededor.

Un anciano en medio de la persecución religiosa

Cuando estalló la persecución Nicesio era un anciano venerable que se acercaba a los 80, aunque conservaba la energía indómita de su temperamento. Salió del Santuario del Perpetuo Socorro acompañado del H. Gregorio Zugasti y se refugiaron en casa del sacerdote D. Lino Bea Murguía-Bru en la calle Francisco de Rojas nº 9, 1º donde vivía con su madre Trinidad Bru, viuda de Murguía; allí también se refugió el anciano redentorista P. Manuel Santamaría. Vivieron tranquilos y sin sobresaltos hasta el día 27 de julio, en que se presentó el portero del inmueble exigiendo que se echara de allí a los dos religiosos. D. Lino, ante las protestas del portero y las groserías de un chofer que venía con él, salió a la puerta y les dijo que los Hermanos no saldrían de allí sino por encima de su cadáver; pero los redentoristas comprendieron que lo mejor era irse por respeto a la familia y miedo al portero.

Se refugiaron en una pensión en la calle Pelayo nº 38, 1º izq. La dueña de la pensión pidió al H. Gregorio que firmara en el libro de huéspedes, pero éste no se atrevió a hacerlo con firma fingida y declaró su condición de religioso. La dueña se asustó y no se atrevió a ocultar a los religiosos y estos tuvieron que salir a la calle.

Una señorita habló de ellos al Comisario del Distrito de Chamberí y allí se presentaron. El Comisario no se atrevió a responder de ellos, les aconsejó que se quedaran allí y, cuando en las inmediaciones no hubiera gente, salieran. Así lo hicieron refugiándose en la calle del General Arrando, en un sótano que la Editorial del Perpetuo Socorro utilizaba como depósito de mercancías. Allí estuvieron tranquilos varios días hasta que se les agotaron los víveres. Un grupo de mujeres se compadeció de ellos y buscaron el medio para ayudarles: Pepita Moreno, que vivía en el nº 4 de la calle Españoleto los encontró en pésimas condiciones; ayudada de la doncella de la Baronesa de Rada, María Ruiz, acudieron en su auxilio y les buscaron alojamiento en la casa de Filomena Múgica en la calle Cobarrubias nº 17, 2º donde vivía con sus hijas Concepción y Francisca Quintanilla. Según esta última los “dos religiosos legos se hallaban escondidos en un sótano careciendo de lo más imprescindible para la vida, por lo que los recogió en su casa, donde atendió a todas sus necesidades; hasta que en virtud de las circunstancias comunicó al portero de la casa el hecho que estaba practicando; que el portero en cuestión, prometió no dificultar su labor, garantizando la seguridad de los dos religiosos; viéndose poco después sorprendidos con la presencia en su domicilio de unas milicias que procedieron a la detención de los legos" (Juicio Sumarísimo 12665 contra Félix Ramírez – Archivo General Militar de Madrid, Leg. 2709-Sig. 7105, fol. 1). Esto ocurría el día 14 de agosto. Interrogado el portero (Declaración de Félix Ramírez: Juicio Sumarísimo 12665 contra Félix Ramírez – Archivo General Militar de Madrid, Leg. 2709-Sig. 7105, fols. 1 y 15) “que Francisca Quintanilla le llamó para decirle que tenía dos señores en su casa sin documentación, para ver si él la podía proporcionar y con ese motivo fue a ver a un conocido suyo llamado Domínguez, que estaba en el Comité de la Piel instalado en el hotel del Marqués de Valdeiglesias de la calle Nicasio Gallego esquina a Covarrubias; no encontrando al Domínguez, pero otro individuo que allí había le preguntó reiteradamente qué quería y estrechándole a preguntas consiguió que el declarante dijera que deseaba un salvoconducto para dos señores que vivían en su casa a quienes no conocía. Que este individuo prometió hacerle los salvoconductos enterándose después que fueron a detenerlos…” Según la declaración de Filomena Múgica (Juicio Sumarísimo 12665 contra Félix Ramírez – Archivo General Militar de Madrid, Leg. 2709-Sig. 7105, fol. 7 vto.) “ni el portero ni los milicianos les pidieron documentación a los religiosos, limitándose tan solo a registrarles y llevárselos”. El H. Nicesio estaba enfermo en la cama y tuvo que levantarse y, sin comer, seguir a los milicianos al próximo palacio del Marqués de Valdeiglesias convertido en checa. Se ignora el tiempo que allí los tuvieron.

La víspera de la Asunción, día de su detención, en la cena les presentaron carne. Como era vigilia se negaron a tomarla. Cuando rehusaron la cena, los milicianos dijeron: “Si creerán que los vamos a envenenar”. – “Qué más da, contestó uno de los Hermanos, que nos maten con veneno o a tiros?”. Un testigo presencial dijo que el H. Nicesio que dejó admirados a los del tribunal por su energía y entereza, que nadie esperaba de un anciano de casi ochenta años. Uno de los componentes del grupo de milicianos declaró posteriormente: “Hallándose una noche trabajando en el sindicato fue invitado por José Ferigal, chófer, Manuel González Perlado y un tal Casas, directivo de la Sociedad de Curtidores, para que les acompañara al traslado de unos detenidos al pueblo de Vallecas; que el procesado subió al coche, donde se hallaban, además de los citados, dos hombres más; que faltando dos o tres kilómetros para llegar a Vallecas, pretestó el chófer Ferigal una avería; que hicieron bajar a los dos detenidos, que resultaron ser sacerdotes; y que cuando se hallaban en tierra dispararon sobre ellos, matándolos; que dispararon: José Ferigal, Manuel González Perlado y el Casas, sin que el procesado, horrorizado en aquel momento, disparara. … uno de los que habían intervenido, y que de la impresión había estado tres días enfermo” (Juicio sumarísimo nº 5473 instruido en Madrid contra Manuel Martín Carriles, Tomás Cuenca Caballero, Aureliano Jiménez Santos y Luis Vicente Domer: Archivo General del Ejército, Legajo 4162, Signatura 4790, fols. 7 y 24). La razón de la impresión de no aparece, pero según los rumores que se pudieron oír parece que el H. Nicesio, al ser fusilado, abrazó al jefe del pelotón y dulcemente le reconvino: “¿No te da pena matar a un viejo que puede ser tu padre y aún tu abuelo?” y antes de morir les pidió que le dejaran rezar una oración y que después le podían disparar; y así lo hicieron.

Entre los cadáveres sin identificar inhumados en Vallecas aparecieron 2 recogidos el 16 de agosto de 1936 en el km. 7 de la Carretera de Castellón; el numerado como cadáver nº 61 pertenecía a una persona de unos 65 años de edad, con las marcas en la ropa interior “S+R”, y poseía una carta dirigida a Gregorio Zugasti con la dirección de Manuel Silvela 14 de Madrid; el numerado como 62 pertenecía a un hombre de unos 80 años y con las iniciales en la ropa interior “N.T.” Ambos fueron identificados como los de los dos Siervos de Dios. Según el Acta de defunción, su martirio tuvo lugar en torno a las 5 hrs. de la madrugada del 16 de agosto a causa de la fractura de la base del cráneo (Acta de defunción de Nicesio Pérez del Palomar: Registro Civil de Madrid, Sección 3ª, Tomo 57-31, fol. 264).

El cadáver fue inhumado en el Cementerio de Vallecas (Madrid), en fosa común, en la zanja nº 2, cuerpos 3 y 4. El 4 de julio de 1940 se procedió a la exhumación, a su identificación y trasladado al Panteón de los Redentoristas en el Cementerio de la Almudena de Madrid, donde reposa actualmente.

ORACIÓN
(PARA USO PRIVADO)
Por mediación del S. de Dios Nicesio Fernández del Palomar

Te pedimos Padre que nos concedas la fortaleza de ánimo de tu Siervo Nicesio para que mantengamos la fe, la caridad  y la calma en todas las circunstancias de la vida. Por Jusucristo nuestro Señor.

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